Hace unos días tuve la suerte de conocer a una persona muy interesante que trabaja en un área bastante alejada de las Matemáticas: la Lingüística1.
... ¿O tal vez no tan alejada?
La lingüística es, según la RAE, la «ciencia del lenguaje». O, si preferimos una definición algo más descriptiva, es «el estudio científico del origen, la evolución y la estructura del lenguaje, a fin de deducir las leyes que rigen las lenguas (antiguas y modernas)» (Wikipedia).
Desde que estaba en secundaria, siempre me he sentido fascinado por las matemáticas... pero, al mismo tiempo, también por la lengua. Contrariamente a lo que se suele creer, existe una relación directa entre las lenguas (o los lenguajes naturales, hablando de forma general) y las matemáticas (o los lenguajes formales ─entre los que también se encuentra, por ejemplo, el de la lógica─, construidos a semejanza de los lenguajes naturales y que comparten con éstos, por tanto, estructuras internas).
Sin embargo (y he aquí, quizás, la principal diferencia entre los lenguajes naturales y los formales), lo que es una característica casi 2 inevitable, e incluso deseable3, en las lenguas naturales ─la ambigüedad─, es algo que los lenguajes formales (y, en particular, el de las matemáticas) deben evitar. En matemáticas, la interpretación de una proposición debe ser única.
Pensemos ahora en la siguiente oración: «Un profesor saludó a cada uno de los alumnos». Si imaginamos una aplicación que va del conjunto de todos los alumnos presentes (A) al de los profesores (P), esta proposición podría entenderse como una aplicación f: A → P que puede interpretarse de las siguientes maneras:
- Cada alumno es saludado por un único profesor
- Cada alumno es saludado por un profesor distinto
- Cada alumno es saludado por un profesor, no necesariamente todos ellos distintos
(Desde un punto de vista matemático, en el caso 2 la aplicación es inyectiva, en el caso 1 no lo es, y en el caso 3 ─de la que el caso 2 es un caso particular─ no necesariamente lo es.)
Nos preguntamos: ¿existe alguna preferencia entre los hablantes a la hora de discriminar entre estas posibilidades? Éste es un punto sobre el que los lingüistas no se ponen de acuerdo: mientras que unos defienden que la opción correcta vendrá dada por el contexto de la oración, otros creen que ─salvo que el contexto especifique lo contrario, o en ausencia del mismo─ la mayor parte de los hablantes se decantará por la misma opción ante una ambigüedad de este tipo. (En el caso de la oración anterior, en ausencia de contexto, intuitivamente muchos hablantes se decantarían por la opción 1 (?)).
Reflexionando sobre por qué una mayoría de hablantes elegiría una opción específica frente a las otras, me pregunto si hay un contexto distinto al inmediato a cada caso concreto (que, en el caso de la oración anterior, es desconocido), un contexto más grande, un contexto al que estén adscritos todos (o una mayoría) de los hablantes de la lengua. Y yendo audazmente un poco más lejos, como lingüista diletante, y desde el respeto más absoluto a la lingüística y la antropología, me pregunto si este contexto puede ser un contexto (de selección) natural y no cultural.
Para desarrollar mi tesis, imaginemos la siguiente escena: dos homo neanderthalensis se encuentran en mitad de una pradera. Uno de ellos, claramente agitado, se acerca al segundo corriendo: «¡Deprisa!», exclama, «¡hay un león en el río junto a tu primo, malherido!», y continúa su camino presuroso en dirección al poblado, para advertir al resto de la tribu.
Nuestro neandertal sale despavorido, a su vez, hacia el río, enarbolando su lanza, para socorrer a su primo y ayudarlo a rematar al león malherido para descubrir, unos minutos después, que el malherido no era el león, sino su primo (el primo del neandertal, no el del león). El buen neandertal, un tipo desgarbado de frente pronunciada y pelo desaliñado; un individuo, en definitiva, apuesto para los estándares de la época, que no obstante no había pasado aún sus genes a la siguiente generación, se da cuenta demasiado tarde del terrible error que ha cometido en la comprensión del mensaje de su compañero. Un segundo después, el león se abalanza sobre él y sus genes (los del neandertal) quedan para siempre al margen de la cadena evolutiva.
Muchas generaciones después, los neandertales están a punto de desaparecer debido a desafortunadas ambigüedades lingüísticas y otras calamidades, y el homo sapiens, no exento por completo de bajas por esta curiosa furiosa forma de selección natural, logra medrar, a pesar de todo, por todo el planeta.
Epílogo
Aunque, lamentablemente, el lenguaje formal en que se expresan las matemáticas no se halla del todo libre de ambigüedades, a día de hoy no se conoce de ningún matemático que haya fallecido por ninguna clase de incidente relacionado con la ambigüedad4 en el desarrollo de su labor. Por tanto, todos los matemáticos que se han sentido inclinados a hacerlo, tanto ilustres como mediocres, han podido felizmente pasar sus genes a la siguiente generación.
Notas
1. Este artículo está inspirado en una conversación que mantuve con ella.
2. Existen lenguas construidas (también conocidas como lenguas artificiales) que han sido diseñadas para evitar estructuras gramaticales ambiguas (véase, por ejemplo, el lojban).
3. Pensemos que el humor se basa, a veces, en la ambigüedad del lenguaje.
4. No obstante, algunos matemáticos perdieron puntos de cordura al discurrir sobre temas particularmente abstrusos como el infinito.
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